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“¿Puede consistir acaso el destino del hombre en olvidarse de sí mismo en pro de un fin ajeno? ¿Ha de ser el propósito de la Naturaleza robarnos una perfección que la razón nos promete como fin propio?” (40)
“Aterrados por la libertad, que en sus primeros pasos siempre se anuncia como enemiga, se entregarán unos en brazos de una cómoda certidumbre; mientras que los otros, desesperados de vivir en un régimen de pedante tutela, se precipitarán en la salvaje licencia del estado natural. La usurpación se defenderá con el argumento de la debilidad humana; la insurrección, con el de la dignidad humana, hasta que, finalmente, se interponga entre ambas la gran dominadora de las cosas humanas, la fuerza ciega, que zanjará la supuesta cuestión de principios, como una vulgar riña, a puñetazos.” (42)
“Ya que no en las cosas, debe de haber en los espíritus de los hombres algo que entorpece la recepción de la verdad, por muy claramente que brille; algo que se opone a la aprehensión de la verdad, por muy vivamente que convenza. Un antiguo sabio lo ha sentido y expresado en los siguientes términos, henchidos de significación: sapere aude.” (44)
“Así, pues, la ilustración del entendimiento no merece respeto, si no en cuanto que se refleja en el carácter. Pero esto no basta; en cierto modo, la ilustración ha de proceder también del carácter, porque el camino que conduce al intelecto ha de abrirlo el corazón.” (45-46)
“El hombre ha perdido su dignidad; pero el arte la ha salvado, y la conserva en venerables piedras; la verdad continúa viviendo en la ilusión, y por la copia se reconstruirá el modelo. Así como la nobleza del arte sobrevivió a la de la Naturaleza, así también la precede en el entusiasmo, creando y despertando vida por doquiera. Cuando los rayos de la verdad aun no han penetrado en lo profundo de los corazones, ya la poesía los ha percibido, y las cimas de la humanidad están iluminadas cuando la noche húmeda pesa aún sobre los hondos valles.” (48)
“¿Cómo se precave el artista contra las corrupciones de su tiempo, que por todas partes le rodean? Despreciando el juicio de sus contemporáneos. Mire siempre adelante, a su dignidad y ley propia, no hacia atrás, a la felicidad presente y a las necesidades.” (48)
“La experiencia puede contestar a nuestra pregunta de si hay belleza, y cuando nos haya instruido sobre ese punto, sabremos entonces si hay humanidad. Mas cómo puede haber belleza, cómo sea posible una humanidad, esto ni la razón ni la experiencia pueden enseñárnoslo.” (78)
“La razón, empero, pronúnciase y dice: lo bello no debe ser mera vida ni mera figura; es decir, belleza, dictando al hombre la doble ley de la formalidad absoluta y de la realidad absoluta. Por lo cual, plantea la exigencia siguiente: el hombre, con la belleza, no debe hacer más que jugar, y el hombre no debe jugar nada más que con la belleza.” (81)
“Si, pues, de lo bello se dice que es para el hombre un tránsito entre el sentir y el pensar, no hay que entender este dicho como si lo bello pudiera llenar el abismo que separa el sentir del pensar, la pasión de la acción; ese abismo es infinito, y sin la intervención de una nueva facultad independiente, nunca lo individual puede tornarse en general, lo contingente en necesario, lo momentáneo en permanente. El pensamiento es la acción inmediata de esa facultad absoluta, cuya manifestación tiene que ser ocasionada ciertamente por los sentidos, pero sin que esa manifestación dependa en manera alguna de la sensibilidad, como que más bien se anuncia por su contraposición a ella. La independencia con que actúa excluye toda extraña influencia. Y no porque la belleza ayude a pensar –cosa que encierra manifiesta contradicción-, sino porque da libertad a las potencias intelectuales y les permite así manifestarse conforme a sus leyes propias, es por lo que se puede llegar a ser un medio que lleve al hombre de la materia a la forma, de las sensaciones a las leyes, de una existencia limitada a una existencia absoluta.” (95-96)
“El impulso sensible se despierta cuando el hombre hace la experiencia de la vida, cuando comienza el individuo; el impulso racional se despierta cuando el hombre hace la experiencia de la ley, cuando comienza la personalidad. Y ahora, ya que los dos han alcanzado la existencia, está edificada su humanidad. Hasta ese momento todo en él ha sucedido por ley de necesidad; pero ahora la Naturaleza le entrega las riendas y es su incumbencia propia afirmar la humanidad que la Naturaleza dispuso y realizó en él. Porque tan pronto como los dos impulsos opuestos empiezan a actuar pierden ambos su carácter constrictivo, y la contraposición de dos necesidades la origen a la libertad.” (100)
“Así, pues, no es una metáfora poética, sino una verdad filosófica el decir que la belleza es nuestra segunda madre. Porque si bien es cierto que la belleza se limita a hacer posible en nosotros la humanidad, dejando a nuestra voluntad libre el poder de realizarla, en esto se parece a nuestra primera madre, la Naturaleza, que también se limitó a darnos la facultad de ser hombres, abandonando el uso de ella a la determinación de nuestra voluntad propia.” (106-107)