–¿Entonces?– preguntó.
–¿Entonces qué?– respondí.
–¿Te vas?
–Sí.
–¿Y qué sigue? ¿Qué queda?
–Queda lo que hubo. Lo que sigue, no sé. Seguirás con lo tuyo, y yo con lo mío.
–Quedate.
–No puedo.
–No querés.
–No se trata de querer o no.
–Quedate esta noche. Quiero que me veas actuar.
–Ya te vi actuar anoche.
–Anoche fue el ensayo general.
–Sí, y hoy el estreno. Hoy es tu noche, no tengo nada que hacer ahí.
–No te gustó.
–Me encantó. (…) Cuando viniste, la primera vez que te vi, casi me arrepiento de haberte atendido. Pensé “¿Cómo pueden elegir a esta actriz para ese papel?”.
–No confiabas en mí.
–No confiaba en el teatro.
–No es lo que me enseñaste. ¿Dudaste de tu palabra?
–Siempre lo hago.
–¿Seguís desconfiando?
–Claro.
–Por eso te vas.
–No sé. Puede ser.
–¿Vas a volver?
–No creo.
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